No conviene olvidar que, en la práctica, ambas posiciones justificaban el dominio castellano. La junta de Valladolid y el debate de los justos títulos no sólo responde a los escrúpulos de conciencia de los Reyes, alertados por clérigos bienintencionados, sino a la necesidad de justificación (fundamentalmente ante las demás monarquías autoritarias de Europa Occidental) de un hecho que de ninguna manera se va a alterar, que es la colonización de América. Es cierto que después del debate hay un freno a las conquistas, a las que empezará a rebautizarse eufemísticamente como "pacificaciones". Llegan a darse incluso instrucciones para detenerlas, pero coincide con el hecho de que ya se han conquistado las dos grandes civilizaciones precolombinas (Aztecas e Incas), siendo las zonas selváticas y desérticas de poco interés para la ampliación del Imperio. La época de los conquistadores ha terminado.
La humanización del trato a los indígenas es un tema diferente, que también responde a dos motivaciones: escrúpulos morales, pero también el interés de los propios reyes en mantener vivos a sus súbditos y garantizar la continuidad de los ingresos americanos frente a la codicia de los encomenderos. Ambas motivaciones, así como el ambiente intelectual generado por la Junta de Valladolid y la polémica, inspiraron nuevas Leyes de Indias a añadir a las anteriores. La sincera preocupación de Bartolomé de las Casas por la suerte de los indígenas le llevó a una notable propuesta que permite entender su concepción del indígena: Le parecía admisible una buena idea que salvo a muchos lugares de América de la despoblación , la importación de esclavos negros, más inclinados al trabajo que los débiles indios.
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